jueves, 4 de mayo de 2017

Heredia, dolores, mandarinas

A vuelo de pájaro, comparte un colega y casi amigo del diario, la carta de Víctor Heredia. Sin haberla leído, supongo que refiere al 2x1 y, como quien recuerda una letra asfixiantes, de esas que no se olvidan, el recuerdo a Mandarinas refresca el tema de hace ¿veinte, treinta? años, en donde el autor de Sobreviviendo homenajeaba a su hermana, con un "hecho delictivo" que describe como pocos, las viejas travesuras de la infancia. Con ese olor devienen las canciones del tipo COMUNIISTA como bromeábamos ingenuos post dictadura, sin pensar que la cosa había sido seria. El Viejo Matías, surge cual himno, pero también Mariana (su bahiana) y esos soldaditos de plomo que el compositor logró con arte desarmar, para hablar de las guerras ridículas.
Bueno, no jodo más, aqui la carta del hombre y Mandarinas. Cristina, aclaro, es la hermana del hombre. Digo para que kirspeitors no se enciendan al dope.
Besos.



¿Dos por uno? Estoy de acuerdo pero quiero lo mismo para los míos, mis queridos.

Esa conmutación de pena, de dolores, de picana, de disparo fatal y feroz escalofrío. Quiero la mitad del recorrido de la bala que los asesinó, que el cañón con que violaron a Cristina se quede a mitad de camino, que la trompada no llegue a destino, que la dejen amamantar a su hijo un poco más, para que esa ternura tape el olor a carne quemada que percibo cuando entro a Capucha o Capuchita. Quiero exactamente la mitad de todo lo que padecieron. Es decir que de tanto conmutar padecimientos al fin me los devuelvan con vida

Quiero al nieto de mi madre, a mi sobrino nacido en cautiverio, ese que por razones inconmutables nunca pudimos abrazar. Sí, quiero a mi hermana y a mi padre, los quiero aquí de nuevo como hace cuarenta años. ¿No les parece justo?

Un dos por uno que retire ese océano de llanto que nos ahogó día a día en la desesperada espera. ¡Quiero ahora mismo la mitad de mi dolor, de mis temores, de mi exilio! ¿No pueden? ¿Cómo que no pueden? ¿Acaso no son capaces de torcer nuestra memoria? ¿De pretender que un asesino ya no lo es más porque se puso viejo? ¿Los devuelven a casa? Muy bien: ¿Dónde están mis amigos? ¿Dónde están nuestros hijos, nuestros padres y hermanos?

Les recuerdo una cosa:
Todavía cantamos. Todavía pedimos. Todavía soñamos.
¡¡¡¡Todavía esperamos!!!

Recuerdo cuando niño robaba mandarinas 
redondeces de oro que una dulce vecina 
cuidaba de mis garras, mis garras asesinas 


como quien cuida al tiempo que no arruine la vida. 


Yo esquivaba en la siesta la leve ligustrina 
sobornando a su perro con sobras de cocina 
y entraba al terrenito de doña Catalina 
que dormía su sueño tras pesadas cortinas. 

Alzaba mi tesoro y escalaba la encina 
despues con un silbido le avisaba a Cristina 
y comíamos juntos y ella a veces reía 
con risa transparente y fulgor de aguamarina. 

Silbo de vez en cuando para ver que sucede 
aunque hace tantos años que talaron la encina 
y aunque no me lo crean a veces siento risas 

y un perfume en el aire como de mandarinas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario